El atardecer estaba a punto de llegar a la pequeña isla de Lembongan, cuando pedaleando cuesta arriba llegué hasta lo que parecía un cementerio.
Frené la bici, alucinando todavía con la imagen que se presentaba ante mí: decenas de tumbas se apelotonaban bajo los rayos del sol, protegidas de estos por paraguas de todos los colores.
No muy lejos de allí, un grupo de hombres charlaba y no pude evitar acercarme a ellos con vistas a saciar mi curiosidad.
Los hombres me observaron serios, con una dura mirada que mucho distaba de la simpatía balinesa que había encontrado hasta el momento. Pero aún así contestaron a mis preguntas.
"Si tú te proteges de la lluvia, el sol, el viento y otras adversidades, ¿por qué iba a ser diferente con nuestros muertos?¡Por supuesto que ellos también necesitan una protección!"
Las mujeres que realizaban ofrendas y adornaban las tumbas delante de nosotros corroboraban el pensamiento de los allí presentes. Para este pueblo no todo termina con la muerte, y por ello esas tumbas se merecían el mismo cuidado que cualquier vivo.
Y entonces entendí el comportamiento de aquellos hombres.
En la lejanía comenzaba a escucharse una melodía entonada por tambores y otros instrumentos. Un gran grupo de personas ataviados con el traje típico ceremonial marchaba en procesión y tras el incienso apareció lo que parecía un ataúd llevado en volandas por cuatro hombres.
En el cementerio un hombre rociaba gasolina alrededor de unos matojos secos, listos para prender.
La bicicleta desvencijada que había alquilado por unas rupias me había llevado ni más ni menos que hasta una cremación, conocida en Bali como Ngaben.
A pesar de ser Indonesia la nación con mayor población musulmana del mundo, es Bali la gran excepción. Pues esta isla situada en el sur del archipiélago, cuenta con el hinduísmo como religión mayoritaria.
Son algunas las semejanzas que unen este hinduismo al de la India, pero también muchas las diferencias, las que convierten al hinduísmo balinés, en una religión única.
El por qué el hinduismo se concentra en esta isla es explicado por una revuelta musulmana que hubo en Indonesia y que obligó a las clases altas a huir hasta Bali para poder ejercer libremente su religión.
Es por ello que se dice que los balineses son descencientes de la realeza y burguesía, con el consecuente orgullo para los actuales habitantes.
El momento se iba acercando y la gente se congregaba en círculo alrededor de la persona fallecida.
Algo que me sorprendió al llegar a Bali, fue hallar unos folletos en los que ofrecían a los turistas presenciar una de estas cremaciones. Me pareció una de las cosas mas macabras que jamás hubiera visto. Pero nunca se debe juzgar sin saber.
Más tarde me enteraría de que la cremación supone un gran desembolso de dinero para la familia y que solo el hecho de conseguir una bombona de butano, como la que iban a usar en ese momento, suponía un precio desorbitado para esta gente. Por ello necesitaban de las donaciones de amigos y de esos turistas, para poder llevar a cabo sus rituales.
El muerto descansaría en la casa familiar hasta el momento de reunir el dinero suficiente para la cremación.
Y entonces todo se tiñó de rojo. Las llamas comenzaron a devorar el cuerpo sin vida de la fallecida, mientras el calor empapaba de sudor los rostros de los espectadores.
Los familiares más cercanos se encargaban de que todo ardiera a golpe de soplete.
Una vez finalizada la unica botella de butano que poseían, el evento finalizaría.
Unos días después de mi llegada a Bali, pensé en lo afortunada que era, pues continuamente iba encontrándome con diversas celebraciones. Más tarde me di cuenta, de que la razón era simplemente que los balineses pasan sus dias realizando un ritual tras otro.
Al andar por las calles no es difícil pisar una de las cestitas con objetos, comida y flores en su interior, que alguien ha utilizado como ofrenda previamente. Incluso una vez fui a parar a una extraña ceremonia, donde una de las ofrendas era ni más ni menos que un cerdito con una manzana en la boca.
Los balineses no solo son muy religiosos, son también muy supersticiosos y por ello intentan cada dia contentar a los dioses, para que esten a su lado.
Llegado a un punto, no pude evitar preguntar a mis nuevos amigos, por qué la gente no lloraba ni se veía tristeza en sus ojos, ¿Acaso no les apenaba ver partir a un familiar?
Y con una sonrisa me contestaron: Oh si, su familia está muy triste, pero solo pueden mostrar esa tristeza dentro de los muros de su casa. Delante del pueblo deben sonreir y parecer contentos, pues su familiar ha ido a un lugar mejor y no ha desaparecido, solo esta esperando el momento de su reencarnación.
Por supuesto que para un occidental, esta visión de un funeral es algo inverosímil.
Nosotros estamos acostumbrados a llorar y exteriorizar nuestra aflicción sin reparos, mientras que aquí todo lo que debes mostrar es felicidad por la muerte de un familiar.
Es curioso como las culturas cambian completamente el significado de un mismo evento.
Pero a pesar de creer en la reencarnación, hay sentimientos que uno no puede ocultar, y siempre entre muchas sonrisas, se encuentran miradas melancólicas.
Esta cremación solo era un paso previo a la gran ceremonia final.
Cuando el fuego se consumió, la que parecía la hija, recogió los pequeños fragmentos de hueso que no llegaron a calcinarse y los enterró junto a una lápida. Todavía había que esperar meses, incluso años, para que la cremación concluyese.
Para ello, varias familias de fallecidos se reunirían y juntarían el dinero ahorrado entre todos, pues una celebración de tal envergadura sería impensable económicamente para una sola familia.
Llegado el momento, una fiesta de varios días tendrá lugar. Danzas, alcohol, sacrificios de cerdos, gallinas, bueyes... decenas de ofrendas serán ofrecidas a los dioses y finalmente, los restos de los fallecidos seran quemados, culminando la cremación que fue iniciada en su día.
Dicen los que la han presenciado, que es la fiesta más grande que se puede ver en Bali, y que es todo un honor asistir a una de ellas.
La multitud se fue alejando poco a poco. Subí a la bici y eché un vistazo a las tumbas, con lo poco que me permitían las últimas luces del ocaso.
Mañana sería un nuevo día y un paraguas más cumpliría su función en aquel cementerio.
Al fin y al cabo, la vida sigue. Para todos...